miércoles, junio 19, 2013

HOY VIVIMOS BAJO UNA CENSURA, DISTINTA, PERO MÁS EFICAZ, QUE LA FRANQUISTA.



______por Andrés Sorel 


Parece una afirmación arriesgada pero es necesario conceptuar las afirmaciones. Tiempos diferentes, formas de expresión que en nada se parecen, medios de comunicación mucho más expansivos y sugerentes. Hemos pasado de la autarquía del pasado al oligopolio del presente, del caudillismo a las multinacionales. Y la cultura del ocio depende, hoy mucho más que ayer, de la información, espectáculo visual, que de la lectura o la palabra escrita. Por eso la censura es, en nuestros días, más nociva que en tiempos de Franco. 
Tiene un mayor alcance, resulta más difícil combatirla por el poder de concentración que posee y los métodos más atractivos y al tiempo alienantes que desarrolla en ciudadanos que terminan convirtiéndolos en dogma de fe. No olvidemos que también viene arropada por el espectáculo y la publicidad. En una dictadura fascista como era la franquista, la censura era simplemente brutal, no necesitaba esconderse en subterfugio o disimulo alguno. Contaba con sus periódicos, radios, jueces y tribunales, la Iglesia (ésta siempre, jamás falta a la cita) y la suprema razón de la cárcel y la tortura. En una democracia como la que nos envuelve hoy día, absolutamente corrompida, la censura es sutil y envenena con su melosa opacidad y colorido a todos los ciudadanos, les engaña, e incluso consigue que muchos de aquellos que tienen acceso a la comunicación, la opinión, o la creación, participen en el juego cuyas reglas ella misma marca y delimita, juego que a veces es simplemente para ellos egotista, y otras no duda en utilizar prebendas y corruptelas o sinecuras con lo que llama valores del mercado, de la oferta y la demanda. Censura y autocensura conviven así junto a quienes son silenciados y yacen en el olvido o la marginación porque intentan combatir la estulticia y depravación política, social y cultural en que vivimos. La corrupción, el burocratismo y el conformismo tienen atadas las manos y sellada la boca de los que son considerados opositores -más de carnet que de  pensamiento-. Algunos son simples canallas surgidos del fascismo que solo buscan mediar en las cloacas del poder, otros, como los camaleones, no dudan en cambiar su discurso cuando se necesita para adaptarse a nuevas exigencias políticas. La transición no fue sino una traición en la evolución de una sociedad que intentaba regenerarse del pasado y no instalarse cómodamente en un puesto, por ínfimo que fuese, de las covachuelas del nuevo poder surgido del franquismo que iba a blanquear -con algunos logros sociales, culturales y humanos que no dejan día a día de perderse- el presente..
Por eso, aunque nos repitamos -nunca se repite uno cuando frente a tanta verborrea y discursos vacíos de contenido esgrime conceptos y dudas verdaderamente existenciales- no podemos por menos que volver a denunciar esa censura y ese conformismo, con palabras de Albert Camus:
Una época que, en 50 años, desarraiga, avasalla o mata a setenta millones de seres humanos (habla de Europa: España aportó su alta cuota de víctimas a ese genocidio) debe solamente, y ante todo, ser juzgada (...) Si el asesinato tiene sus razones nuestra época y nosotros mismos somos la consecuencia. Si no las tienen, vivimos en la locura, y no hay más salida que la de encontrar una consecuencia o desistir (...) El sentimiento de lo absurdo cuando se pretende  ante todo extraer de él una regla de acción, hace el asesinato por lo más indiferente y, por consiguiente, posible. No siendo nada ni verdadero ni falso, bueno ni malo, la regla consistirá en mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte. Entonces el mundo no se dividirá ya en justos o injustos, sino en amos y esclavos- Debemos -instalados en la actitud absurda- prepararnos para matar, dando ese paso a la lógica por encima de los escrúpulos.
Y para los que callan ante la censura o prefieren autocensurarse, recordar estas otras palabras de Camus:
La rebelión es el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos.
¿Cuántos intelectuales, hoy en España, comprenden y son consecuentes con estas justas palabras?
Porque los más prefieren no "acosar" con sus palabras o actos, a los herederos del franquismo, tengan el aspecto que tengan y empleen el lenguaje que empleen -mentir cien veces y usurpar el sentido auténtico de los conceptos de que se valen para desvirtuar el lenguaje y vaciar el pensamiento crítico de sus receptores o la capacidad de reacción ante los auténticos métodos y procedimientos legislativos o represivos que emplean, única función que como políticos les es encomendada por los gobernantes económicos, nacionales o trasnacionales-.

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